El marido amoroso – John MacArthu
El Marido Amoroso: Un Retrato de Cristo

Jodi está harta de su marido. Ella se niega a atender todas sus necesidades que se presenten con su trato abusivo por más tiempo. “Mi esposo ha sido un esposo que domina desde el día que lo conocí”, dice Jodi. “Frank me trata como un esclava.”
Frank se queja: “Yo no entiendo por qué mi mujer simplemente no me obedece como lo dijo en sus votos matrimoniales. Yo soy el hombre. Ella es la mujer. Es su trabajo servirme, y tengo la Escritura para respaldarlo.”

Lamentablemente, historias como la de Frank y de Jodi son comunes en nuestros días. Un marido controlador lleva ala fuerza a su mujer hacia la Biblia y le pone en su nariz su pasaje favorito, “casadas estén sujetas a sus propios maridos.” Pero si Frank ha seguido la lectura, la escritura habría asestado un golpe mortal a su pecaminosa actitud “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:22).

La actitud dominante y machista de Frank, es la experiencia de muchas mujeres que se sienten más como tapetes de su marido que la esposa amada de Cristo. Peor aún, más allá de los daños al esposo, esposa, e hijos –un mal matrimonio es un testimonio pobre acerca de Cristo y la iglesia.

Por designio de Dios, el matrimonio presenta al mundo una imagen de la relación de Cristo con su Esposa, la Iglesia. Pero los matrimonios como Frank y Jodi pecaminosamente distorsionan ese retrato en una tergiversación grave.

¿Es Cristo un mezquino tirano como Frank? ¿Su abuso vuelve a la iglesia en una esposa amargada como Jodi?
Esposas, tal vez ustedes nunca han visto su matrimonio desde esa perspectiva.
Dios tiene la intención de que su sumisión a su marido sea como un ejemplo vivo de la sumisión de la iglesia a su Señor. Esa es precisamente la razón de porque Pablo mandó a las esposas a someterse: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, y Él es el Salvador del cuerpo. Por tanto, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Ef. 5:23-24). Por lo tanto, he aquí una pregunta de sondeo: esposas, ¿qué mensaje estamos enviando al mundo? ¿Qué hace decir su sumisión a su marido acerca de la sumisión de la iglesia a Cristo?
Maridos, su turno.
Maridos, se supone que son un ejemplo vivo de Cristo, que “amó a la iglesia y se entregó por ella” (v. 25, la cursiva es nuestra). Tenga en cuenta que el énfasis está enteramente en el sacrificio de Cristo y el servicio para el bien de la iglesia. Echa un vistazo al pasaje de nuevo:
“…para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARA A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRA A SU MUJER, Y LOS DOS SERAN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido. (Vv. 26-33)
Recuerde, el tema de Pablo en Efesios 5 (desde el versículo 21) es la sumisión mutua. Cuando presentó el liderazgo del marido en el versículo 23, él no estaba cambiando de tema. No estaba diciendo que todos los demás tienen que someterse al hombre, que como jefe de la familia llega a imponer su voluntad y sus deseos a los demás. No, en absoluto. Todo el punto de Pablo aquí es que un marido muestra mejor el liderazgo de Cristo mediante, un servicio y sacrificio amoroso y voluntario en beneficio de la esposa –que es tanto una forma de sumisión como la lealtad de la esposa al liderazgo de su marido y la obediencia de los hijos a sus padres.
La tendencia pecaminosa de los hombres caídos es dominar a sus esposas por fuerza bruta. Incluso algunos hombres cristianos son culpables de ser demasiado toscos con su autoridad. Prácticamente se enseñorean de sus esposas, como si el matrimonio fuese diseñado para ser una relación de amo-esclavo. Algunos, como Frank, incluso han intentado afirmar que Efesios 5:24 apoya esta idea, ya que insta a las esposas a que estén sujetas a sus maridos “en todo”. Pero este punto de vista del papel del marido es la antítesis del modelo que el señorío de Cristo nos da.
Cualquiera que piense de esa manera, simplemente necesita leer más Efesios 5. Cuando Pablo volvió su atención al marido no le dijo, “Maridos, gobiernen a vuestras mujeres, ordénenles; mándelas; ejerzan autoridad sobre ellas, domínenlas” o algo por el estilo. Les dijo que amaran a sus esposas como Cristo amo a la iglesia: con sacrificio, con ternura, mansedumbre, y con un corazón de siervo. Así es como los esposos deben mostrar sumisión a sus esposas.
El amor auténtico es incompatible con un enfoque despótico o dominante al liderazgo. Cuando Pablo ordenó a los esposos amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia, el estaba en efecto prohibiendo el ejercicio de una autoridad severa o abusiva sobre sus esposas. Si el modelo de ese amor es Cristo, quien “no vino para ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28), entonces el esposo que cree que existe para que su esposa y sus hijos le puedan servir a él, no podría estar más fuera de lugar.
Es significativo, por cierto, que a los maridos no se les ordena en este pasaje que gobiernen o dirijan a sus esposas. Simplemente se les dice que amen a sus esposas. De hecho, el amor domina todo este pasaje en Efesios, apareciendo cinco veces a lo largo de la breve lista de Pablo de instrucciones a los esposos.
Considere las implicaciones de un mandamiento de amar. Esto sugiere que el amor verdadero no es sólo un sentimiento romántico o una atracción involuntaria. Se trata de una elección deliberada. Por esta razón, esta en forma de un imperativo. Lejos de ser algo en el que “nos dejamos llevar” por casualidad, el amor auténtico implica un compromiso deliberado y voluntario a sacrificar todo lo que podamos para el bien de la persona que amamos.
En 1 Corintios 13:4-8, el apóstol Pablo describe las características del verdadero amor. Tenga en cuenta que ninguna de las características del verdadero amor es involuntaria, pasiva o basada en los sentimientos. De hecho, Pablo usa verbos activos siempre que sea posible, en lugar de adjetivos, lo que subraya la verdad de que el amor es a la vez dinámico y deliberado.
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.
Así que, cuando Pablo ordenó a los esposos amar a sus esposas, fue necesario invitar a todas las virtudes descritas en 1 Corintios 13, incluyendo la paciencia, la benevolencia, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la consideración, la generosidad, la humildad, la confianza, la bondad, la veracidad y longanimidad. Es significativo que todas las propiedades del amor enfatizan la abnegación y el sacrificio. El esposo que realmente ama a su mujer simplemente no puede ejercer su autoridad sobre ella como con garrote. Lejos de ser el señor de la familia, el marido y padre piadoso debe hacerse servidor de todos.
Eso no es fácil. De hecho, es imposible para los no creyentes obedecer el mandamiento de Pablo en Efesios. Sólo un esposo convertido y lleno del Espíritu puede amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia. Y eso es la única manera en que otros verán una imagen real del Salvador.
Entonces, ese es el plan de Dios para el matrimonio –es una imagen de Cristo y Su relación con la iglesia. ¿De qué forma ha visto usted al mundo, o aun a la iglesia, distorsionando el diseño original de Dios?

Autor: John MacArthur
Traductor: Armando Valdez
Fuente: Evangelio según Jesucristo

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