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LA SANTIDAD NO ES UNA OPCIÒN

SEGUID LA PAZ CON TODOS, Y LA SANTIDAD, SIN LA CUAL NADIE VERA AL SEÑOR. Hebreos 12:14 ¿Qué es lo que significan exactamente las palabras “sin la cual (la santidad) nadie verá al Señor”? En último análisis, ¿depende en alguna medida nuestra salvación de que alcancemos algún nivel de santidad personal? Sobre esta cuestión las Escrituras son claras en dos sentidos. Primero, los mejores creyentes jamás pueden por sí mismos merecer la salvación basados en su santidad personal. Nuestras acciones justas son como trapos de inmundicia a la luz de la santa ley de Dios (Isaías 64:6). Nuestras mejores obras están manchadas y contaminadas con la imperfección y el pecado. Como lo expresó uno de los santos hace algunos siglos: “Hasta nuestras lágrimas de arrepentimiento tienen que ser lavadas en la sangre del Cordero.” Segundo, las Escrituras se refieren repetidamente a la obediencia y a la justicia de Cristo manifestadas a nuestro favor. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los

No Retrocedamos por las Paradojas en el Camino a la Vida Eterna (Lisandro Bojórquez)

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El marido amoroso – John MacArthu El Marido Amoroso: Un Retrato de Cristo Jodi está harta de su marido. Ella se niega a atender todas sus necesidades que se presenten con su trato abusivo por más tiempo. “Mi esposo ha sido un esposo que domina desde el día que lo conocí”, dice Jodi. “Frank me trata como un esclava.” Frank se queja: “Yo no entiendo por qué mi mujer simplemente no me obedece como lo dijo en sus votos matrimoniales. Yo soy el hombre. Ella es la mujer. Es su trabajo servirme, y tengo la Escritura para respaldarlo.” Lamentablemente, historias como la de Frank y de Jodi son comunes en nuestros días. Un marido controlador lleva ala fuerza a su mujer hacia la Biblia y le pone en su nariz su pasaje favorito, “casadas estén sujetas a sus propios maridos.” Pero si Frank ha seguido la lectura, la escritura habría asestado un golpe mortal a su pecaminosa actitud “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella” (Ef. 5:22). La actitu