Estudio: 1 Carta a los Corintios-Capítulos 6 al 7:1. _ Virgilio Vangioni

Continuamos nuestro estudio del capítulo 6 de esta Primera Epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, que apenas logramos comenzar en nuestro programa anterior. Pablo no estaba diciendo que los creyentes no tenían que recurrir a la ley. Si ellos no aprovecharan los beneficios de la ley, sufrirían graves pérdidas en manos de los no creyentes. Pero aquí quiere decir que los cristianos no debieran ir a la ley, ante los tribunales de justicia, unos contra otros, es decir, cristianos contra cristianos. Las diferencias y desacuerdos entre creyentes no debieran llevarse ante un tribunal secular. Esas diferencias deberían resolverse entre los mismos creyentes implicados en un problema. Esto es algo que iglesias y creyentes, generalmente no tienen hoy en cuenta. Los problemas y las diferencias que ocurren dentro de la iglesia, nunca tendrían que ser presentados ante los no creyentes. Las diferencias que pueden aparecer individualmente tienen que ser juzgadas entre los mismos creyentes. ¿Por qué, entonces, debe un creyente dejar que sean sus hermanos en la fe los que juzguen, en vez de presentar el caso ante un mundo perdido? Reiteramos que esto no le prohíbe al creyente que vaya ante los tribunales cuando sus problemas y diferencias son con un no creyente. Entonces, ¿por qué debieran dos creyentes exponer sus diferencias para que éstas sean resueltas por otros creyentes? Pablo nos dio aquí tres razones por las cuales él consideró La capacidad de los creyentes para juzgar Notemos lo que dice el versículo 2, de este capítulo 6 de la Primera carta a los Corintios: "¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿no sois competentes para juzgar los casos más triviales?" Estimado oyente, si usted es un creyente en Cristo, entonces usted tendrá parte en el gobierno que Jesucristo ejercerá algún día sobre la tierra. Aquí no estamos hablando del juicio del gran trono blanco, que será el juicio en al cual los que no son salvos comparecerán ante Cristo. No. Pero debemos comprender que esto tiene que ver con juzgar los asuntos de este mundo hasta la eternidad, por lo menos así pensamos nosotros. Así que vemos. 1. La primera razón en relación con la capacidad de los creyentes para juzgar, es que el pueblo santo ha de juzgar al mundo. Creemos que esto tiene que ver con lo que Pablo le dijo al joven predicador Timoteo, en su Segunda carta a Timoteo, capítulo 2, versículo 12: "Si sufrimos, también reinaremos con Él;" Esto significa que cuando Cristo reine, nosotros juzgaremos, pronunciaremos sentencias en los asuntos de este mundo. Y así era en realidad; y él continuó diciendo en el versículo 3 lo siguiente: "¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?" Vemos que el apóstol comenzó a presentar, a partir del versículo 2, allí una serie de preguntas "¿O no sabéis?" Cuando Pablo usó esta expresión, podemos estar seguros de que los creyentes no sabían. Era una manera muy delicada de decir que los hermanos ignoraban esas cosas. 2. La segunda razón relacionada con la capacidad de los creyentes para juzgar era que El pueblo santo juzgará a los ángeles. Pablo entró aquí en otra área que presentaba otro aspecto de la verdad. Debemos confesar que aquí no entendemos claramente lo que realmente quiso decir; resulta difícil de comprender. Todo lo que sabemos es que el hombre fue hecho un poco menor que los ángeles y por medio de la redención, el hombre fue elevado a un lugar de comunión con Dios, a una posición superior a los ángeles. Dios permitió que el hombre cayera y Él nunca lo hubiera permitido si no hubiera pensado que eso iba a obrar para bien. Permitió que el hombre llegara así a una posición más elevada. Así que ese dicho popular que dice que "el ave con el ala rota nunca podrá volver a volar tan alto", pues no es verdad, no es aplicable en este caso. Porque aquí vemos que el hombre puede volar mucho más alto. Nosotros, los seres humanos, vamos a estar sobre los ángeles, vamos a juzgarlos, los vamos a tener bajo nuestras órdenes. Ahora, reiteramos, esta afirmación va más allá de nuestra comprensión, pero igualmente lo creemos. Bien, aquí se nos dio otra razón y para verla, tenemos que pasar al versículo 9, donde el apóstol Pablo nos presentó otro de sus "O no sabéis". Pasemos a la primera parte del versículo 9 de este capítulo 6 de la Primera Epístola a los Corintios, que dice ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? Por lo tanto, 3. Tenemos aquí, la tercera razón relacionada con la capacidad de los creyentes para juzgar: Que los injustos, los malvados, no estarán en el reino. Ahora, deseamos que usted preste mucha atención a lo que vamos a decir, porque es importante. Ningún juez o jurado secular está equipado para hacer decisiones espirituales, porque ellos no comprenden los principios espirituales. Y esa es la razón por la cual, pleitos que conciernen a las iglesias y a los creyentes, nunca reciben una solución apropiada cuando llegan a los estrados jurídicos seculares. ¿Por qué? Porque el juez puede conocer muy bien el material de los libros jurídicos, pero no sabe nada sobre las decisiones espirituales, porque no tiene discernimiento en esos asuntos. Y los creyentes en la actualidad no parecen estar confiando en los demás creyentes que sí tienen discernimiento espiritual, para solucionar problemas, como debieran hacerlo. Ahora, continuemos con los versículos 5 y 6 de este capítulo 6, de la Primera carta a los Corintios, donde el apóstol Pablo dijo: "Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay entre vosotros ni uno solo que sea sabio para poder juzgar entre sus hermanos? Un hermano pleitea contra otro hermano, ¡y lo hace ante los incrédulos!" Debemos añadir que, por supuesto, no todos los creyentes tendrían capacidad para juzgar. Y el apóstol Pablo estaba diciendo aquí, "para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio?" Cuando uno va a un tribunal secular, con su actitud está diciendo que ninguno de los creyentes es capaz de solucionar el problema. Y conocemos a muchos que sí pueden hacerlo. Conocemos algunos creyentes que merecen toda nuestra confianza, a los cuales con mucho gusto confiaríamos nuestra vida y cualquier problema. Sabemos que ellos emitirían un veredicto justo. Ahora, ¿Por qué tiene el creyente la capacidad para juzgar? Bueno, el apóstol Pablo hablaría sobre esto. Veamos ahora lo que él dijo en el versículo 11, de este capítulo 6: "Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios". Comenzó diciendo, en primer lugar: habéis sido lavados. Y en su carta a Tito, capítulo 3, versículo 5, dijo el apóstol: "Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo". En primer lugar, hemos nacido de nuevo, esta vez espiritualmente. Hemos sido lavados. Y como la misericordia de Dios ha descendido sobre nosotros y nos ha tocado, tendríamos que saber cómo extender nuestra misericordia. Nosotros podemos ser misericordiosos porque hemos experimentado misericordia. Y en el día de hoy nosotros debiéramos reconocer que hay muchos creyentes extraordinarios que han sido lavados, regenerados, y en los cuales nosotros podemos confiar.
En segundo lugar, Pablo dijo "santificados". Ahora, la santificación aquí, en las cartas a los Corintios, es de dos clases, pero creemos que aquí es presentada en cuanto a nuestra posición, que es estar en Cristo o unidos a Cristo. Quiere decir que Cristo está de nuestro lado y que todos los creyentes son hermanos en Cristo. O sea, que si un creyente me tiene que juzgar, quiere decir que uno de mis hermanos me estará juzgando. Entonces yo tengo que estar dispuesto a poner mi confianza en el veredicto de un hermano. Una niña pequeña andaba por la calle cargando con un niño bastante pesado en sus brazos. Alguien que la observaba le dijo: "Oye niña, ¿no es ese niño demasiado pesado para ti?" "No", respondió ella, "es mi hermanito". Y eso, estimado oyente, constituía toda la diferencia. Un hermano no resulta demasiado pesado. Ambos estamos unidos a Cristo. Así que, yo tendría que estar dispuesto a fiarme de mi hermano. Ahora, en tercer lugar, dijo: habéis sido justificados. El tercer motivo por el cual mi hermano en la fe es capaz de juzgarme es que sus pecados ya han sido perdonados, como los míos han sido perdonados. Mi hermano ha sido declarado justo ante el trono de Dios, tal como yo lo he sido. En su epístola a los Romanos, capítulo 8, versículo 33, dijo el apóstol Pablo: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios?" Y en el capítulo 4, versículo 5, añadió: "Pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia". Un compañero cristiano sabe esto y creo que puede defender mi caso mejor que nadie más. Notemos ahora lo que dijo aquí el apóstol en el versículo 12, de este capítulo 6 de su epístola a los Corintios, iniciando el siguiente tema, que se titula, El cuerpo del creyente es el templo del Espíritu Santo "Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna". Hay muchas cosas que el creyente puede hacer, pero no todas son convenientes. Yo podría mencionar muchas de ellas, y el apóstol Pablo mencionó una aquí. Leamos el versículo 13: "Los alimentos son para el estómago, y el estómago para los alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo". Los alimentos serán destruidos algún día. Nuestros estómagos también lo serán. Y hay libertad cristiana en lo que comemos. En contraste, nuestros cuerpos no han de ser usados para la inmoralidad sexual. Nuestros cuerpos pertenecen al Señor. Continuemos leyendo los versículos 14 y 15:

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